miércoles, 11 de noviembre de 2009

Reflexiones de un argentino II

Reflexiones de un argentino II
Por Guillermo V. Lascano Quintana

Desde hace ya demasiado tiempo se está tergiversando la historia y pretendiendo imponer un relato falso o sesgado de los acontecimientos ocurridos en la Argentina y en el mundo, de lo que surgen conclusiones erradas y visiones imaginarias, que dañan a la sociedad pues se asientan en mentiras.

Con una falta de realismo rayana en el suicidio social, se abordan, desde la ignorancia, cuestiones serias, con el desparpajo propio de la irresponsabilidad.

El desprecio por la verdad con que se abordan cuestiones trascendentes, se agrava por la intencionalidad de quienes pretenden imponer una moral relativista y superficial, contando con la complicidad, por negligencia, en algunos casos e intencionada en otros, de los medios de difusión, de intelectuales de pacotilla y de una juventud anestesiada y confundida, precisamente por los mensajes que recibe y los ejemplos que pululan.

Hoy me ocuparé del tema de las fuerzas armadas.

Es de una obviedad que no requiere demostración que nuestro país necesita fuerzas armadas. La extensión de su territorio, las largas fronteras, las nuevas amenazas (tráfico de armas, drogas y personas) y la realidad de un mundo en el que los conflictos armados subsisten y en algunos casos se hacen más agudos que en el pasado (terrorismo internacional), requieren la existencia de hombres y armas y sobre todo de una planificación de la defensa.

Sin embargo, por motivos ideológicos, se ha difundido la tesis y en los hechos la praxis, de desarmar a la nación y dejar librada su existencia a la buena voluntad de terceros, que no tienen nuestros mismos intereses.

Para así actuar el gobierno y sus aliados han recurrido a la saga del terrorismo de Estado, que imputan a integrantes de las fuerzas armadas.

Esta imputación merece algunos comentarios. Se le quiere hacer creer a la población – sobre todo a la más joven – que los militares que reprimieron el ataque de la guerrilla terrorista, lo hicieron salvajemente, sin apoyo de la ciudadanía y sin fundamento.

Aunque se quiera mentir sobre el pasado, es tan evidente que los terroristas iniciaron la guerra, que la Cámara Federal que juzgó a los líderes (juicio a las juntas), lo puso expresamente de manifiesto en su sentencia.

Hoy asistimos a la venganza disfrazada de justicia, método ideado para desprestigiar a la fuerzas armadas, haciéndolas responsables de todos los males.

Pero quienes vivimos en aquel tiempo sabemos que aquellas reaccionaron frente a un ataque armado, con claras intenciones revolucionarias extremistas y financiado desde el exterior.

El propósito evidente de quienes ahora conducen e instrumentan la venganza, no es impartir justicia, ni reparar excesos, sino, lisa y llanamente, dejar al país indefenso.

La excusa es la violación de los derechos humanos, pero la realidad es el desprestigio de las instituciones armadas, la falta de fondos suficientes para su desempeño, el relegar casi a la ignorancia, el rol que tienen en cualquier sociedad organizada.

Ese propósito ya ha sido advertido por la ciudadanía, que está reaccionando, todavía tímidamente.

Hay que esclarecer al soberano, lo que no es sencillo, toda vez que muchos jueces, violando preceptos constitucionales, se suman al ataque que, además, es impunemente acompañado por comentaristas enceguecidos o cómplices.

Hay que emprender la tarea de contar la verdad y sobre todo evitar la espiral de venganzas que, inútilmente, gasta energías necesarias para construir un futuro mejor, con paz y progreso para los argentinos.

gl@ledesmaabogados.com.ar