General Jorge Rafael Videla:
El Hombre Que Molestaba Demasiado
Harán leña del árbol caído.
Le endilgarán el infierno para esconder sus propios demonios. Murió el Hombre
que molestaba. Molestaba por su valentía. Molestaba por su austeridad.
Molestaba por su silencio. Molestaba por su honestidad. Molestaba porque
cuando habló siempre dijo la verdad. Molestaba porque nunca se quebró.
Molestaba porque nunca dejó de ser soldado. Molestaba porque hizo lo que
nadie: asumir su responsabilidad.
“Asumo toda la responsabilidad”
dijo frente a cada tribunal que lo persiguió con saña en busca de venganza.
Lo que nunca otros, él sí.
El General Jorge Rafael Videla fue
presidente de facto de la República Argentina entre 1976 y 1981. Se hizo
cargo del Proceso de Reorganización Nacional, tras el cual Argentina
legó la democracia más estable y duradera de la historia. Y sí, la más
corrupta también.
Cuando Videla pasó a retiro como
militar, entregó la presidencia. Así que veleidades de dictador por lo
visto, no tenía.
El General Videla no murió el viernes
17 de mayo, sino que fue asesinado por el régimen que nos gobierna. Cuando
lo arrancaron de la prisión de Campo de Mayo, tenía las clavículas quebradas
por una caída. En el Hospital Militar sus hijos y sus nietos debían alimentarlo
en la boca. Recuperado, fue llevado al penal de Marcos Paz. Pocos días
antes de su muerte, Videla, de 87 años, fue llevado a declarar en muy malas
condiciones de salud. Caminaba con dificultad y había perdido de manera
preocupante la memoria y la ubicación en el espacio y en el tiempo.
Ese mismo día, antes de ser llevado
a declarar por millonésima vez, Videla se desvaneció en la ducha del
Penal. Y a pesar de no haberse recuperado, igualmente lo arrastraron a la
función del circo: tribunales. Para aquellos que no lo saben, llevar a
una persona a declarar a tribunales desde el penal de Marcos Paz insume
todo un día. Se lo levanta a las 4 o 5 de la mañana, se hacen los trámites
mientras el preso espera arriba de una camioneta encerrado en un cubículo de
medio metro cuadrado, se lo traslada a tribunales, se lo aloja en una celda,
se lo lleva luego al piso del tribunal, se lo sienta durante horas, y una vez
terminada la audiencia se hace el camino inverso. Con suerte, el preso que
se levantó a las 4 de la mañana, vuelve al Penal a las 9 de la noche. Ese día
el preso debe aguantar con apenas una vianda de pan duro. Imaginen entonces
este periplo en una persona de casi 90 años con serios problemas de salud.
Y sí, es lo que ocurrió, le hicieron vivir el calvario el lunes, y el viernes
murió crucificado.
El General Videla estaba detenido
en una cárcel que no está en condiciones de atender ni contener a personas
ancianas con enfermedades crónicas. Por eso en Argentina casi no hay presos
mayores de 70 años en cárceles comunes. Salvo los militares, porque para
el régimen kirchnerista, en la persecución a los soldados que combatieron
al terrorismo en los años 70 vale todo. Violar todas las leyes y deshacerse
de todas las garantías.
Varios meses atrás, el Servicio
Penitenciario Federal dijo haber recibido una amenaza de muerte contra
Videla. Según ellos, la amenaza provenía del mismo penal y de algunos de
sus propios camaradas. Mentira. Pero esa mentira fue la excusa para que el
General Videla fuera aislado de todos sus camaradas, trasladado a un sector
especial y con custodia permanente del Servicio de Inteligencia del
Estado. Escarmiento por hablar con la prensa.
El jueves 16 de mayo Videla no
pudo cenar pues tenía una fuerte descompostura y fue llevado al Hospital
del Penal, que para que usted entienda, es una especie de sala de primeros
auxilios en estado deprimente.
Como no le encontraron “nada preocupante”,
supongo que en la ropa, porque allí no hay complejidad para nada más que
examinar un pantalón, lo volvieron a trasladar a su celda de aislación…
donde fue encontrado sin vida pocas horas después. Videla tenía que morir
así. El régimen necesitaba verlo morir así. Necesitaba eso para luego
armar el cirko decadente de las declaraciones ampulosas.
Fue patético ver a funcionarios
enriquecidos hasta la fastuosidad en la función pública, hablar de la
moral de un hombre que, habiendo tenido en sus manos el país durante casi seis
años, vivió en la más sencilla austeridad. Siempre me indignó la hipocresía.
La de cualquiera. La de los Bulgheroni que en los 70 visitaban a Videla
como grandes amigos, o la hipocresía de mi vecino que anda un 0 Km. y no
paga las expensas. Yo no conocí a Videla en los 70. No bebí las mieles del
Poder ni saqué réditos económicos en su gobierno, como muchos de los que
ayer lo hicieron y aún así, hoy escribieron barbaridades de un hombre
no se merecía esa felonía ni de los Mitre, ni mucho menos de Ernestina
Herrara de Noble. Yo a Videla lo conocí en las malas, solitario y encorvado
acarreando sus petates hacia una mesa de visitas en un Penal de Máxima Seguridad.
El Soldado de hablar pausado, el de hablar sereno, el de hablar en voz baja…
lejos de aquellas arengas a viva voz. Nos concedió el honor de darnos permiso
para que Ricardo Angoso pudiera entrevistarlo. Queríamos que sus palabras
no fueran sacadas de contexto, como sospechábamos ocurriría con Ceferino
Reato. Lo pudimos grabar y contestó con total lucidez. Pudimos hacer publicar
la entrevista en un medio de Europa. Muchos necesitábamos sus porqués.
Tuve la oportunidad de decirle gracias… ahí, en la soledad de una mesa en
un rincón alejado de un salón enorme de un penal de máxima seguridad. ¿Porqué
gracias?, me preguntó en voz baja… General, porque cuando la Patria pasó
lista usted dijo presente, y porque cuando los hipócritas y cobardes le
pasaron facturas que no eran suyas, usted no dejó de ser Soldado y asumió
la responsabilidad.
Yo conocí a Videla en la malas, y
aún así, lo ví más Soldado que nunca. Y eso es algo que los cobardes y los
corruptos no soportan, por eso vomitan lo que vomitaron.
En Argentina, los militares presos
por haber combatido al terrorismo en los años 70, han sido perseguidos
abiertamente, acallados deliberadamente y estigmatizados sin pudor.
El Estado ha dedicado tiempo y dinero en pintar de color rosa a los grupos
terroristas que asolaron a la República Argentina durante casi dos décadas.
Se esforzaron en enseñar la versión de un terrorismo “idealista” y “romántico”,
como una forma perversa de maquillar los violentos años escarnecidos de
un país que se desangró, dolorosamente, en intestinos egocentrismos.
Sin embargo, y no es casual, poco y nada podemos encontrar sobre la visión de
los protagonistas militares. En los años 70 yo iba a la escuela primaria.
Quiero decir que toda mi vida de adulto la viví en una democracia que, por
alguna razón que nunca alcancé a comprender, intentó ocultar la historia y
la palabra de los militares que tuvieron que combatir a un terrorismo
impiadoso y especialmente cruel, que no dudaba en atentar con bombas, acribillar
por la espalda o secuestrar a sus víctimas para luego fusilarlas en algún
sótano “revolucionario”.
Unos días antes de su aislación,
el General Videla les había dicho a sus compañeros de prisión que prometía
ser el último en salir del Penal, si no moría antes. Y murió nomás.
Y los que se han cansado de robar el
país, aprovecharon el insulto y la descalificación.
Comprensible molestia. Es que
el Videla soldado los ha vencido. El Videla austero, los ha puesto en evidencia.
El Videla católico los ha perdonado…y el Videla “monstruo” no lo compró nadie.
Solo existe en la mente de los que ayer desangraron el país para hacerse del
poder, y hoy, con el poder absoluto, aprovechan para saquearlo…
General Videla… descanse
en paz.
Fuente: El Día de
Gualeguay Gualegauy Entre Rios
Autor: Horacio
Ricardo Palma