sábado, 3 de noviembre de 2007

POR QUE TODOS SON ZURDOS??

Por Nicolás Márquez

Desde hace ya varios años (y potenciado al extremo durante el último lustro) la omnipresencia de pandillas y grupos de izquierda condicionando rectores, sentencias en juicios, planes sociales, cargos burocráticos, filmes, cátedras, leyes, subsidios, fabricación de feriados y cualquier etcétera posible, ha sobrepasado ya holgadamente el límite de la sana tolerancia, el sentido común, y la lógica más elemental.

Cuesta entender como tras el fracaso mundial en el que ha incurrido el régimen comunista (derrota formalizada y simbolizada con la caída del Muro de Berlín en 1.989), sus adherentes, en vez de efectuar un riguroso acto de constricción y reflexión mudando de tan horrorosa ideología hacia aquellas que han demostrado eficacia y vigencia, prosiguen aferrándose al marxismo y sus derivados a modo de masoquismo intelectual o espiritual.

De todos modos y a pesar de su insistencia en permanecer en el desacierto, existe en los numerosos prosélitos de este espectro ideológico una notable gama que va desde aquella izquierda rabiosa, hasta aquella otra cuya militancia se presenta ante la opinión pública con un tinte presuntamente moderado y académico conocido como “progresismo”, tal el apodo aplicado para atraer la simpatía de los idiotas útiles.

En cuanto a la izquierda furiosa y de impronta radicalizada, según lo describe la fastuosa pluma del Profesor Antonio Caponnetto, la misma está compuesta por variados grupos que “Ideológicamente hacen gala de anarquismo y marxismo explícitos, de guevarismo y comunismo directo y brutal, y de una forma mentis signada por la promiscuidad, el hampa, la roña moral y física, y el odio a todo lo que represente la más elemental noción de autoridad humana o divina. Son en sentido estricto, irrecuperables hordas rojas, llámense quebrachos, polos obreros, corrientes clasistas y combativas, izquierdas unidas o delincuentes rejuntados” (1)

En tanto, el “progresismo” (versión izquierdista de apariencia civilizada), no osa confrontar o cuestionar de manera abierta el Derecho de Propiedad (aunque se lo relativice) ni la Economía de Mercado (aceptada como medicina amarga) e incluso han virado el debate hacia un costado menos economicista haciendo hincapié en aspectos culturales o morales.

Los objetivos de sendos grupos suelen ser los mismos. Los métodos, distintos. Siguiendo la pluma del citado profesor Caponnetto, a este último espectro, lo componen por igual “funcionarios y piqueteros, periodistas y legisladores, partidócratas y punteros de comité, abortistas y manfloros, sedicentes defensores de los derechos humanos y esa inmensa ralea en la que tanto cabe el cantautor como el comunicador social, el universitario progresista, el marginal salteador, el atildado dirigente oficial, el curerío apóstata, los jueces garantistas y la turba juvenil o senil a la que han llenado el alma de resentimientos e historias mendaces” (2)

Complementando esto, ese estupendo pensador y sociólogo que es Juan José Sebreli, nos define al progresismo argentino como una “franja compuesta por un sector de la clase media semiculta de los grandes centros urbanos, agrupada bajo la denominación vagarosa de “progresismo”…Sus principios confusos y contradictorios, mezcla de ingenuidad e hipocresía, de contestación y conformidad con las bogas vigentes y beata devoción por las “buenas causas”, asemejan a los progresistas de hoy a los “idiotas útiles” de los tiempos dorados del estalinismo“.

Los progresistas inciden en la opinión pública, ya que muchos son profesores, escritores, periodistas, psicoanalistas, artistas, comunicadores sociales, a los que se suman ricos con sentimiento de culpa, o gente exitosa en el mundo del espectáculo, el deporte o los negocios.

Para muchos de ellos, el progresismo, en la acomodada madurez, representa la fidelidad al ultraizquierdismo cultivado en su juventud. Rasgos característicos del progresismo son la confusión entre la moral y política, entre moral y economía, el rechazo por toda forma de realismo político, la sustitución de los análisis concretos por la denuncia y la lamentación, el reemplazo de propuestas viables por la sujeción a principios abstractos, a bellos deseos imaginarios, una obstinada negación a ver la cruda realidad y una memoria histórica maniquea y distorsionada… La indignación del progresismo es una actitud moralista y sentimental que, en abierta contradicción con el marxismo clásico, consideran reaccionaria la preocupación por los datos de la economía, por los fríos y deshumanizados números…

El progresismo, que nada aprende, repite eternamente los mismos errores y su arrogancia no le permite admitirlos, prefiere creer que fue traicionado por estos partidos aunque las expectativas no cumplidas solo estaban en su propia imaginación y no en la voluntad de los dirigentes políticos; el engaño será siempre posible mientras existan quienes desean ser engañados y necesitan engañarse a sí mismo” (3)

Para mal de males, si alguien osa denunciar la presencia de estas infelices comparsas ideológicas en el desalentador escenario político contemporáneo, los acusados salen al ruedo denunciando al vacío una conspiración “macartista” y alegando un discurso vagaroso nutrido de una fraseología repartidora y distribuidora de culpas afirmando que “es el fin de las ideologías” (metiendo a todas ellas en una difusa licuación derrotista) cuando en verdad, prima facie, solamente era el fin de la ideología comunista que había fracasado, pero no de las exitosas que perduraron.

Dentro de esta estrategia disuasiva, se sigue diciendo que las categorías “derecha-izquierda” son caducas; pero sin embargo, los izquierdistas insistentemente tildan de “derechista” a todo aquel que no piense como ellos, lo cual resulta contradictorio, puesto que como el concepto ¨derecha¨ se vincula necesariamente con el de ¨izquierda¨, al declararse que la “izquierda” después de la caída del Muro de Berlín ha desaparecido, por lógica debería dejar de usarse la palabra ¨derecha¨. Asimismo, el término “derecha” nunca es definido de manera concreta o taxativa, y se suele llamar de ese modo a todo aquel que no sea de izquierda.

¿Y por qué a pesar de los hechos concretos de la realidad se prosigue en esa tozudez irreflexiva rayana en la locura consistente en sostener y defender una posición comprobadamente inútil y fracasada? Sin excluir otras causas, notamos que por regla general se puede ser de izquierda por tres factores concretos:

A) Por error ideológico y/o doctrinal. Algo relativamente frecuente, así como de fácil corrección en las personas de buena fe que abrazan ideas de izquierda suponiendo que en ellas está la prosperidad y solución a los males. Tanto sea por sana pedagogía, contacto con bibliografía de contenido sensato, por corrección fraterna de algún amigo o allegado, por madurez psíquica o por mantenimiento del contacto con la realidad, el desvío ideológico puede y suele ser subsanado en el corto o mediano plazo sin demasiados inconvenientes.

B) Por resentimiento. Esto es mucho más difícil de solucionar y ha sido analizado extensamente por pensadores de la talla de Robert Nozick y Von Mises. Este último, nos enseña que ¨Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico (...). Cuántas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar!¨ (4) Es dable aclarar que el resentimiento del individuo no debe ser visto como una consecuencia necesaria del fracaso personal (todos los mortales en mayor o menor medida tenemos frustraciones y objetivos inconclusos) puesto que los hombres rectos y desprovistos de esta perturbación pueden perder y aceptar con hidalguía la adversidad. El resentido, en cambio, ante la incapacidad para tolerar sus infortunios se refugia en los anestésicos y embriagantes desvaríos izquierdistas para aminorar la angustia interna provocada por sus naufragios. En esta situación, y como bien lo define el ensayista Enrique Arenz, el izquierdismo se constituye en un “retardo madurativo”. En este acápite, a diferencias del punto “A”, ya no se trata sólo de presentarle al izquierdista argumentos razonables y lógicos para recuperarlo del error, ya que la lógica y la razón se estrellan ante la ceguera proporcionada por el dogmatismo ideológico que además le sirve de alivio para apalear su malestar interno. Por ende, la tarea de reencauzamiento ha de ser minuciosa, prolongada en el tiempo y con no pocas probabilidades de fracaso.

C) Por conveniencia patrimonial. Ya que siendo de izquierda se abren inacabables puertas para “trabajar en política”, en secretarías burocráticas, obtener cátedras, cargos en O.N.G.s “humanistas” (muchas veces subsidiadas por el Estado), facilidades para llevar adelante actividades “artísticas”, periodísticas, impunidad ante la comisión de determinados delitos, premios literarios otorgados precisamente por “academias” o institutos conformados por izquierdistas que se aplauden entre ellos y obviamente, generosos espacios en los medios de comunicación social. Al presentarse alguien en sociedad como “izquierdista”, de inmediato se posee la presunción de que sus actividades (en la materia que fueren) son de gran valor y profundidad intelectual.

La izquierda, comprobadamente no sirve ni nunca ha servido para nada (excepto para engendrar daño). Si existen tantos militantes al servicio del error empíricamente ratificado, además de las aristas expuestas, cabría agregar un dato más: Las ideas de izquierda no se suelen juzgar en función de sus infructuosos resultados, sino en función de la aparente bondad de sus objetivos. El problema, además, radica en que los objetivos son tan aberrantes como los resultados mismos de sus acciones. Pero ello ya es harina de otro costal.

Abogado, autor de los libros “La Otra Parte de la Verdad” y “La Mentira Oficial” www.nicolas-marquez.com.ar (1) Kirchner Jefe y Garante del delito – Antonio Caponnetto –oct/nov 2005 - ) (2) Estado de Descomposición - Antonio Caponetto -marzo abril 2004- ). (3) Crítica a las Ideas Políticas Argentinas - Juan José Sebreli - 2003). (4)La mentalidad Anticapitalista, Ludwig Von Mises –edición Bolsa de Comercio 1979)

ESPIRITU ESPARTANO

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Ambito Financiero).- El reclutamiento de las Fuerzas Armadas argentinas está dando señales de dificultades crecientes, las que responden a tres causas: la baja en la tasa de desempleo, los bajos salarios que perciben y el clima de hostilidad política que se ha generado en los últimos años. Tomando el caso del Ejército, en 2002 se presentaron 1.321 postulantes para ingresar al Colegio Militar, que forma los oficiales, y en 2007 sólo 591, menos de la mitad, implicando sólo 1,2 postulante por vacante; en el caso de la Escuela de Suboficiales, la cantidad de postulantes descendió 25% respecto del año pasado, con 1,9 por cada vacante a cubrir, y en caso de los soldados voluntarios, los aspirantes cayeron 43% en comparación con 2006, con 1,6 por cada plaza a cubrir. Paralelamente, el pedido de baja es creciente entre los oficiales y suboficiales jóvenes. En lo que va del año, en los oficiales subalternos, quienes han dejado la carrera este año fueron 229% más que en el año pasado; en los suboficiales, 40% más y en los soldados voluntarios, 20% más. A partir de que la Argentina eliminó el servicio militar obligatorio y estableció la tropa voluntaria, en lo que hace al reclutamiento, el modelo pasa a ser el anglosajón en cuanto a cuáles son los mecanismos, los incentivos para el reclutamiento, sobre todo en tiempos de dificultades, aunque ello no haya sido asumido como tal. Gran Bretaña tiene hoy 200.000 hombres en sus Fuerzas Armadas regulares, con una población de 60 millones. Como la Argentina la tiene de 38 millones, si tuviera fuerzas armadas equivalentes en personal, las tendría de casi 140.000 hombres, algo más del doble de lo que tiene actualmente. No sería nada fácil hoy reclutar en la Argentina el doble del personal militar. A ello hay que agregar que el desempleo en el Reino Unido es menos de la mitad que en la Argentina -no llega a 5%- y que el país atraviesa el período más largo con desempleo tan bajo. Es decir que el reclutamiento británico debe realizarse en condiciones socioeconómicas mucho más difíciles que en la Argentina, en términos de facilidad o dificultad para reclutar. Pero si a ello sumamos que desde 2003 hasta hoy casi 120.000 hombres de las Fuerzas Armadas británicas han pasado por las misiones de Irak y Afganistán, sufriendo niveles de bajas proporcionalmente similares a las de EE.UU. -161 muertos en Irak y casi más de un millar de heridos y otro tanto en Afganistán-, cabe preguntarse cómo hacen para cumplir con las necesidades de reclutamiento. El tema, en síntesis, es: ¿cómo haría la Argentina para reclutar el doble del personal militar que está reclutando, con menos desempleo que el que tiene hoy y teniendo además los militares todos los riesgos que implican las misiones de Irak y Afganistán? Además, para incorporarse como soldado profesional a las Fuerzas Armadas británicas -como a las de EE.UU.- se firma un contrato por el cual se asume el compromiso de servir durante determinada cantidad de años, no como en la Argentina, que se abandona el servicio cuando se quiere, lo que carece de racionalidad alguna en un sistema de tropa voluntaria. En la comparación que intentamos realizar, es una dificultad adicional más que tiene el reclutamiento británico en comparación con el argentino. Una primera respuesta a la diferencia podría estar en el salario, argumentando que el que se paga en las Fuerzas Armadas británicas es superior al de la Argentina. Ello es cierto en términos absolutos, pero no en términos relativos. En realidad, los soldados británicos -no los oficiales-cobran los mismos salarios que en la Argentina, considerados sobre el promedio que se paga en el país: ligeramente por debajo de la media. Concretamente, nadie entra a las Fuerzas Armadas británicas hoy por el salario, ya que con la economía en el proceso de crecimiento más prolongado y el desempleo más bajo de la historia, hay opciones salariales mejores. Un soldado raso de infantería que presta servicios en Basora en la conflictiva provincia del sur de Irak no gana más que alguien que vende diarios en la salida del subterráneo de la esquina de Hyde Park o Picadilly Circus. Entonces, ¿por qué ese joven que tiene entre 18 y 24 años se encuentra en Basora arriesgando la vida y no está vendiendo diarios por un salario algo mayor en el centro de Londres?. La respuesta comienza a percibirse cuando se entra a una de las oficinas de reclutamiento de las Fuerzas Armadas británicas, que están en todas las ciudades del país. Tomando como ejemplo el folleto con el cual se trata de obtener reclutas para la infantería del ejército y la infantería de marina de la armada -las dos especialidades con más bajas mortales en Irak y Afganistán comienza la respuesta. No se habla de salario, ni de ninguna ventaja en la vida civil o posibilidad de tener educación paga. Se busca ante todo despertar la vocación por lo militar específicamente. La presentación de lo militar va acompañada en ambos casos con un fuerte sentido de elección. Es decir, si se quiere elegir la infantería blindada, ligera, de asalto aéreo o mecanizada. Lo mismo en la infantería de marina, si el postulante prefiere el asalto anfibio, las fuerzas de reacción rápida, o la montaña y el clima frío o los comandos. En conclusión, lo militar aparece como el primer atractivo para el reclutamiento en el sistema militar británico, que está logrando resolver con éxito el desafío que implica competir con la mejor economía y el menor desempleo de la historia y la exigencia y los riesgos que implican operaciones como las de Irak y Afganistán, y ello debe ser una referencia para el problema que ya han comenzado a enfrentar las Fuerzas Armadas argentinas.

ROSENDO FRAGA