sábado, 28 de mayo de 2011

PUSILANIME BALZA

Las peripecias del embajador argentino en Colombia, Martín Balza: interrumpió a conferencista, minimizó el accionar guerrillero en los setenta y terminó humillado por general colombiano.

Los hechos se sucedieron en el marco de un ciclo de conferencias organizado por la Fundación Víctimas Visibles. Su intervención le reportó notable incomodidad, no solo por defender al accionar guerrillero en la Argentina (“sus crímenes ya caducaron”) sino porque, minutos después, sería revelado el contenido de una carta en fechada de 1989 en la que Balza felicitara a Jorge Videla por “haber dado tanto al engrandecimiento y la profesionalización” del Ejército Argentino. Las incoherencias en el discurso del General (R) se complementan para brindar cada vez más elementos de sospecha a sus detractores, que aseguran que sus opiniones le han valido el obsequio de la Embajada en Bogotá de parte del kirchnerismo y una gruesa cuota de impunidad a la hora de explicar su responsabilidad en el contrabando de armas de 1995 a Ecuador.
Dentro del ciclo organizado por la Fundación Víctimas Visibles, para analizar la trascendencia de la narrativa como instrumento de sanación del dolor de las víctimas y construcción de la memoria histórica. fueron invitados a exponer el pasado 5 de abril, el Lic. Arturo Larrabure y los Dres María Cristina Cacabelos y Javier Vigo.
Larrabure, es hijo del Cnel Argentino del Valle Larrabure, que fuera secuestrado y asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo, durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Autor del libro Un canto a la Patria, es Vicepresidente del Centro de Estudios Legales para el Terrorismo y sus Víctimas en Argentina.
María Cristina Cacabelos, integra el equipo animador de Proyecto 70 veces 7, comprometido en el trabajo por la paz nacional mediante la conformación de espacios de reflexión, diálogo y encuentro entre los actores y testigos directos e indirectos, de los hechos de la década del 70, en la convicción que el perdón, que se gesta en la intimidad personal, libera y posibilita la vida comunitaria mediante el ejercicio de la no violencia como medio para promover la paz, la renuncia a la venganza y el amor creativo.
Javier Vigo, es autor del libro Amar al Enemigo donde narra los esfuerzos destinados a concertar un diálogo de reconciliación entre el ex general Jorge Rafael Videla, y el líder de la guerrilla Mario Eduardo Firmenich. Como abogado de Arturo Larrabure libra en la actualidad una batalla jurídica para que los crímenes de la guerrilla sean también considerados de lesa humanidad.
Exposición de Vigo
Vigo, sostuvo que la Argentina vivió en la década del 70 una guerra revolucionaria, lo que fue expresamente reconocido por los camaristas que juzgaron a los comandantes militares.
Motivado por el mea culpa que Firmenich efectuara en l99l, reconociendo la existencia de una guerra, y que la inmensa mayoría de los desaparecidos eran militantes de la guerrilla, escribió el libro Amar al Enemigo.
Al advertir la presencia entre los oyentes del Embajador de Argentina en Colombia, Gral Martín Balza, Vigo recordó haber ponderado el reconocimiento que aquél hiciera como Jefe de Estado Mayor, afirmando que “delinque quien imparte o cumple ordenes inmorales, quien para cumplir un fin que cree justo, emplea medios injustos, inmorales”. Lamento, sin embargo, que Balza no exigiera el mea culpa de los políticos e intelectuales que entonces predicaron lógicas de violencia.
Videla, al aceptar participar en el diálogo de reconciliación, – recordó- puso como única condición que fueran también convocados los referentes políticos e intelectuales de aquél momento, corresponsables del drama vivido, el cual podía incluso partir de los reconocimientos de Balza. a quien Videla no cuestionó por ellos, sino – narra el libro- “por su actitud de separar artificialmente el ejército de ahora del de antes, a los buenos (él) y a los malos(nosotros); por su intención de sustraerse de su pasado del cual él es parte, olvidando que el ejército que comanda es único”.
Reveló Vigo que Firmenich, compartiendo que el peligro de reiteración existe, en la medida que la sociedad argentina niegue su protagonismo en las luchas violentas que ha vivido durante décadas, aceptó participar considerando esencial que el diálogo fuera convocado por una autoridad institucional, porque si no- dijo- “Videla y yo vamos a morir aplastados”.
Lamentablemente, – concluyó Vigo – ni la Iglesia, ni el gobierno lo convocaron, y hoy han vuelto a soplar en la Argentina vientos violentos.
Conmovedores testimonios
De inmediato se proyectó un video filmado al presentarse el libro, ocasión en que el autor fuera acompañado por el Tte Cnel Néstor Marcelo López Vargas- cuyo padre fuera asesinado por un comando del ERP en l974- y Rodolfo Molinas, ex militante montonero.
López Vargas dijo que ni a su padre ni al pasado podía ya salvarlos, sólo podía salvar el futuro. Pese al dolor de haberlo visto destrozado, con veintisiete impactos de bala, había optado por vivir sin odio llevando en su interior el recuerdo y el ejemplo de su padre en vida.
Rodolfo Molinas, leyó la carta que su padre, el Dr. Alberto Molinas, escribiera para tal ocasión, cuyos conceptos conmovieron a la audiencia. Hidalgamente, reconoció en ella que no cabe distinguir entre una violencia injusta y otra redentora, por lo que todos debíamos sentarnos a hacer un mea culpa, coincidiendo en que hubo una responsabilidad de la clase política que difundió la pedagogía de la violencia, la cual también fue proclamada en los colegios y en el púlpito.
“El error más trágico de guerrilleros, militares, políticos y educadores, fue no haber respetado el valor innato de la vida que vale por sí misma y no según lo que se piensa”- concluyó Molinas.
Intervención del Embajador Balza
Molesto por lo que acababa de escuchar, el embajador Balza solicitó permiso para expresar desde el estrado sus opiniones.
Su exposición duró dos horas, impidiendo que Cacabelos y Larrabure pudieran exponer, suscitándose un chispeante contrapunto entre los panelistas, los oyentes y el embajador.
Comenzó Balza por negar la existencia de una guerra, apoyándose en que las Fuerzas Armadas nunca la habían admitido en ningún documento oficial para evitar que los guerrilleros pudieran alegar el carácter de beligerantes.
Vigo le respondió destacando que esa razón de Estado no bastaba para fundar su inexistencia, pues ella fue expresamente reconocida en los “partes de guerra” de las organizaciones terroristas, y, por los propios jueces que concluyeron que Argentina vivió una guerra revolucionaria, en cuyo marco, y por mediar una “necesidad terribilísima” hubiera podido aplicarse la pena de muerte a través del código de justicia milita, procedimientos muy diferente a hacer desparecer personas.
Alegó el embajador que en marzo de l976 las organizaciones estaban sensiblemente disminuidas pudiendo ser combatidas con las fuerzas de seguridad, lo que rebatió Vigo recordando que los camaristas concluyeron que todos los organismos de seguridad habían sido superados.

Sostuvo Balza que Montoneros tenía no más de ochocientos combatientes. Y que el ERP no superaba los seiscientos.
¿Si eran tan pocos, de dónde salieron los 7000 que han cobrado indemnizaciones?- replicó el abogado de Larrabure.

Duelo de generales

Entre la audiencia se encontraba el general colombiano Julio Eduardo Echarry Solano, quien al pedir la palabra coincidió con la tesis de Vigo de que habían existido cuatro demonios: los políticos, los guerrilleros, los políticos y los educadores. “En toda guerra hay excesos, pero después de haberlo oído a Ud, General Balza, parecería que en la Argentina no hubo sino sólo un responsable de todos los muertos, de todos los errores, de todos los desaparecidos. Hasta donde yo me acuerdo creo que a un general debajo de su cama le puso una bomba una guerrillera que se había hecho amiga de su hija. Para ser bien corto, después de haberlo oído a Ud. me entra una profunda inquietud,: tiene razón el Dr. Vigo respecto a que soplan hoy en la Argentina vientos del odio mucho más fuertes que en el 2.001. Después de haberlo oído a Ud. si creo que hay vientos de odio y que los suyos están enfrentados solamente a una de las partes de ese conflicto”

-Yo he estado en una guerra. ¿No sé si vos has estado?, lo azuzó Balza.

-Le hago una aclaración, General. Estuvimos en guerra desde que salimos del colegio militar. Los colombianos hemos vivido cincuenta años de guerra, fue la cortante respuesta de Charry Solano.

Crímenes de lesa humanidad de la guerrilla

Sostuvo Vigo que la mejor manera de superar el pasado es juzgando a todos, sin amnistías, ni indultos, ni leyes de obediencia debida y punto final.

Balza respondió que los crímenes de la guerrilla habían prescripto por no ser de lesa humanidad atento a la ausencia de participación estatal.
Fue entonces cuando la socióloga Ligia Velázquez de Charry hizo oír su voz diciendo: “Nosotros los civiles en Colombia hemos sido sometidos a los excesos de la guerrilla. ¿O la guerrilla no viola derechos? Hemos tenido secuestrados de diez años, tragedias familiares, pero ellos no son responsables jurídicamente porque el único que viola los derechos humanos, según Ud, Gral Balza, es el Estado. Me parece que en aras de la paz, en aras del perdón, es una asimetría completa que jamás llevará a Colombia a la paz. En el caso de la teoría suya, que manejan muchos sociólogos, el victimario siempre será el Estado, pero los civiles que han vivido la tragedia de la guerrilla que no es sujeto de derecho jamás podrán perdonar lo que se les ha hecho y esa será la eterna tragedia que tendrá Colombia”

“No voy a opinar porque sería incursionar en los asuntos internos”- se excusó Balza.

La jurisprudencia internacional

María Cristina Cacabelos brindó un ejemplo de hidalguía cuando, pese a tener tres hermanos montoneros muertos, rebatió al embajador explicándole que la Corte Penal Internacional de la Haya, ha declarado como de lesa humanidad también los delitos cometidos por las bandas terroristas. “Que algunos Estados aún, diciéndose democráticos y republicanos, no quieran, no deseen, no puedan, o no se les antoje cumplir esa disposición de la Corte Penal Internacional de la Haya, a pesar de que esos Estados han reconocido a dicha Corte como válida no significa que no exista esa definición”- expresó

La silla vacía. Cartas a Videla

Lamentablemente Balza faltó a la cita en los dos días subsiguientes donde los panelistas analizaron las diferencias entre la memoria y la historia. La primera, nos enseña Pierre Nora, es vulnerable a toda manipulación. Sólo acepta lo que le conviene. La historia, en cambio, es una operación intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso críticos.

Alegando no haber tenido nunca trato directo con Videla, el embajador lo describió como “un falto de carácter, un pusilánime, un hombre que nunca quiso comprometerse totalmente”.

La historia presentó a los asistentes para su análisis dos cartas, presuntamente dirigidas por Balza a quien tan severamente criticara.

La primera de ellas, de fecha 26.5.1989, va dirigida al “Tte Gral Videla” en momentos en que ya había sido destituido, “haciéndole llegar su más profundo agradecimiento a quien tanto diera por el engrandecimiento y profesionalización” del Ejercito Argentino”.

La segunda, enviada el 20.12.89, dice: “A nadie escapa ya que los tiempos de la historia han comenzado a reubicar los hechos, iluminando la verdad que algunos intentaron colocar en un cono de sombra tan falso como poco creíble. La conjunción de estas fiestas navideñas y el brillo de una gesta heroica que empieza a adquirir su real dimensión a pesar de las falacias, debe ser interpretado con la Fe y la Esperanza del que contempla un nuevo amanecer”.

Citado por el juez argentino Bagnasco a reconocerlas, Balza no negó categóricamente que la firma existente en ellas fuera suya. En cuanto a la referencia a la “gesta heroica”, le aseguró a Bagnasco que aludía a la recuperación de las Malvinas, hecho curioso, pues en su exposición ante los asistentes a la diplomatura el embajador calificó de “aventura” a lo hecho por las Fuerzas Armadas Argentinas, aclarando a los colombianos que entonces “no estaba Videla, eran Galtieri, el almirante Anaya y el Brigadier Lami Dozo, quienes jugaron con un sentimiento arraigado del pueblo argentino llevando adelante una guerra improvisada.”
Remitido por Arturo Cilio Larrabure – Título y comentarios por El Ojo Digital